«Sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación» (Romanos 4:24-25)
El plan de Dios para la salvación de hombre fue un plan perfecto, cuando Jesús murió, murió por todos, él nos representó en la muerte y con su muerte, hemos muerto al pecado; y cuando resucitó de los muertos, resucitó por todos, él nos representó en la resurrección y con su resurrección hemos nacido a la vida, él se levantó como nuestro representante.
A través de su muerte y resurrección fuimos limpios de toda acusación del pecado y ahora estamos limpios.
La resurrección de Jesucristo, es la prueba de que el Señor Dios nos ha justificado, sin su resurrección todavía estaríamos condenados. A través de la sangre de Jesús fuimos perdonados de la ira de Dios, con su resurrección fuimos justificados por él: «Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira» (Romanos 5:9)
Con la resurrección de Jesús tenemos la evidencia de que Dios, en su misericordia aceptó el pagó del pecado, es decir la pena por nuestros pecados ha sido pagada en su totalidad por la muerte de Jesucristo. Jesús eligió deliberadamente morir como nuestro sustituto. El murió por nuestros pecados: «Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo» (1 Juan 2:2).
«Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por medio de quien también hemos obtenido nuestra introducción por fe en esta gracia en la que estamos; y nos regocijamos en la esperanza de la gloria de Dios» (Romanos 5: 1-2).