«Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo» (Romanos 5:1)
Mediante el sacrificio que hizo Jesús al morir en la cruz, fuimos justificados delante de Dios. De esa manera se estaba cumpliendo con el plan divino, el hombre había roto la comunión con Dios por culpa del pecado, pero ahora ha vuelto a él, por el sacrificio que hizo su hijo.
Dios tuvo que pagar un alto precio, entregando a su único hijo a la muerte, para que nosotros los humanos seamos redimidos.
Pasamos de un estado de culpa y condenación a un estado de vida y redención. Él nos presentó ante Dios, como justos, porque fuimos justificados por su obra redentora.
Ya no somos más los pecadores, ya no estamos muertos en condenación y enterrados en el pecado, ahora somos justos, presentados delante de Dios y sentados a lado de su Hijo Jesús.
Jesús es nuestra justicia, sin él no somos nada, no podríamos presentarnos delante de Dios, sin antes ser justificados por él.
No importa nuestras acciones, o nuestra propia justicia, somos inmundos antes Dios, pero a través de su sacrificio, Dios nos encontró agradables y nos llamó sus hijos.
Jesucristo es nuestra absolución ante Dios. Fuimos justificados una vez y para siempre, esta justificación no caduca, no perece y todo por la gracia de Dios. Él nos conoció desde antes de la fundación del mundo. Fuimos justificado por la fe en Cristo Jesús: «Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo» (Romanos 5:1)