«Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro» (Romanos 6:23)
Desde que el primer hombre Adán, dejó que el pecado entrará en su corazón, la relación especial que el hombre tenía con Dios, fue traicionada, rota, despreciada. El hombre después de pecar fue destituido de la gloria de Dios: «Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (Romanos 3:23).
El pecado en el hombre trajo como consecuencia funesta la muerte, el hombre pasó de estar en vida a un estado de muerte, “muerte en vida”, pues la paga del pecado es la muerte: «Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro» (Romanos 6:23).
Por el pecado fuimos hechos esclavos del mal y separados de la gloria de Dios, más el Señor se compadeció de nosotros. Jesús nos compró de la esclavitud del pecado, pagó un precio demasiado alto, entregó su propia vida. Él pagó el precio en su totalidad y nos liberó del yugo de la esclavitud a través de Cristo para vivir a lado del Padre: «Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud» (Gálatas 5: 1)
Ahora somos libres para servir a Dios, ya no tenemos que preocuparnos por el pecado, la culpa y el castigo. Somos libre por la sangre de Jesús.
Cristo nos redimió, restauró nuestra relación con Dios que fue rota por la maldición de la ley, Él fue como el sustituto perfecto para el sacrificio que se necesitaba para saldar la cuenta, por lo tanto, ahora somo libre en Jesús, somos irrevocablemente hijos de Dios, herederos de Dios y coherederos con Cristo.