«Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias» (Colosenses 2: 6-7).
Pablo nos dice que, así, como hemos recibido a Jesús, andemos en él. Nuestra manera de comportarnos debe ser un fiel reflejo de lo que pensamos y hemos aprendido, debemos responder de manera positiva a las cosas que se nos han sido enseñadas. Estamos llamados a andar conforme a la voluntad de Dios: «Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él» (Colosenses 2: 6).
Fuimos arraigados y sobreedificados en él. Nuestra vida antes de conocer a Dios estaba cimentada en las cosas de este mundo, éramos pecadores y vivíamos en la miseria y la corrupción del pecado. Más cuando llegamos a Cristo, él sobreedifico en nosotros la vida, nos revistió de su amor y fuimos confirmados en la fe.
La palabra de Dios dice que somos ¡nuevas criaturas!: «De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas» (2 Corintios 5:17). Pero no sólo somos “nuevas criaturas”, también somos llamados “hijos de Dios”: «Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, aun a los que creen en su nombre» (Juan 1:12).
Fuimos rescatados del pecado, renacidos a la vida como nuevas criaturas, convertidos en hijos de Dios y coherederos juntamente con Cristo. Estás son razones más que suficientes para entender que tenemos el deber tácito de andar en Cristo, arraigados en él y manifestándonos generosamente en acciones de gracia.