Destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23) – Sermón Bíblico

«Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (Romanos 3:23)

¿Habrá algún hombre que pueda ser aceptable a los ojos de Dios?

El apóstol Pablo, en la epístola a los romanos nos responde esta pregunta, él nos dice que no existe ningún hombre que pueda ser aceptable a los ojos de Dios porque todos pecaron: «Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (Romanos 3:23).

“Por cuanto todos pecaron”, todos somos pecadores, todos vivimos en pecado, la humanidad está sumida en el pecado y no hay ninguno que pueda salvarse de esa triste realidad, pero no sólo somos pecadores, sino somos pecadores destituidos. Como consecuencia de nuestro pecado hemos sido destituidos de la gloria de Dios: “y están destituidos de la gloria de Dios” nuestro pecado nos apartó de Dios.

El pecado nos separa de Dios, es un impedimento para acercarnos a Dios. En el antiguo testamento, Dios se ocupó del pecado del hombre a través de la sustitución y la expiación: «Y pondrá su mano sobre la cabeza del holocausto, y será aceptado para expiación suya» (Levítico 1: 4). Mientras que, en el nuevo testamento, las cosas se volvieron más complicadas, todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios.

Pero Dios en su inmenso amor, quiso remediar las cosas. La biblia dice que es la voluntad de Dios que todos lleguen al arrepentimiento y sean salvos de la ira de Dios: «Más Dios muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Romanos 5: 8).

El plan de salvación de Dios se logró sólo a través de la persona y obra de Jesucristo, Dios quería reconciliar su relación con el hombre y para eso no tomó en cuenta sus pecados: «que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación» (2 Corintios 5:19). Esta reconciliación se logró con la muerte de Cristo.

El precio del pecado era tan grande y tan alto que el que el típico sacrificio de animales no era suficiente para quitar los pecados: «Porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados» (Hebreos 10: 4).  Sin embargo, el sacrificio de Jesús hizo lo que era imposible de lograr para los sacrificios de animales, Jesús fue entregado una sola vez y para siempre: «En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre» (Hebreos 10:10).

Por su muerte, Jesucristo pagó la deuda del pecador en su totalidad y esa muerte apaga la ira de Dios. Él nos redimió y nos devolvió la gloria, restauro nuestra comunión con Dios. A través de su muerte ahora somo libres y estamos en vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.