Dios mostró su amor por nosotros a pesar de ser pecadores (Romanos 5:8) – Sermón Bíblico

“Más Dios muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8)

Desde que Adán rompió el pacto que tenía con Dios, rompió su comunión con él, por esa desobediencia el hombre es expulsado de la presencia de Dios. El hombre dejó entrar el pecado en su corazón y por consiguiente también la muerte. La decisión del hombre (Adán) de alejarse de Dios fue tomada en perfecto uso de su libertad, de su voluntad y conocimiento. Ese acto trajo como consecuencia que la humanidad fuera condenada al pecado y a la muerte: «por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.» (Romanos 3:23)

Ese comportamiento egoísta del hombre, que prefirió la muerte antes que la vida, lo hacía merecedor a la condenación eterna, a vivir alejado de Dios y si él creador hubiera sido un Dios meramente justo, nadie tendría la más mínima posibilidad de salvarse. Por justicia, todos merecíamos esa condenación.

Pero Dios en su amor infinito, incondicional y eterno se compadeció del hombre y lo amó, lo amó tanto que olvido sus transgresiones, olvido sus pecados, lo perdonó y lo salvó

Dios tenía un plan perfecto y único para el ser humano desde antes de la creación del mundo, tú y yo estábamos dentro de sus planes y él nos conocía y sabía nuestros nombres antes que de naciéramos. ¿Cómo un Dios tan santo pudo amar a un ser tan pecador?

Dios era consciente de que la paga del pecado era muy alta, necesitaba un ser que este a la altura de la deuda, de la condenación para que haya redención, él necesitaba alguien santo, sin mancha, un ser que haya nacido para esa tarea. Su amor hacia la humanidad, pudo más que su ira.

El sabía que el único ser perfecto, inmaculado, cordero sin mancha era Jesús, su único hijo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3.16-17).