El maravilloso plan de Dios para la salvación del hombre (Juan 3:16) – Sermón Bíblico

«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna» (Juan 3:16).

La Biblia dice: que Dios amó al mundo de una manera extraordinaria, perfecta y costosa, que tuvo que pagar un precio demasiado alto para poder salvarlo. Pero ¿Salvarlo de qué?, salvarlo del pecado: «Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (Romanos 3:23). El hombre está perdido en el pecado, lejos de Dios y como consecuencia muerto. La relación que teníamos con él se rompió y nada de lo que podamos hacer nos llevará a recuperarla. Las buenas obras o cualquier otra cosa que podamos hacer, no sirven de nada.

Pero a pesar de que siempre nos hemos inclinado hacia el mal y le dimos la espalda a Dios, él en su inmensa misericordia no se olvidó de nosotros, Dios nunca nos abandonó. Él nos amó tanto, que, aun siendo pecadores, envió a su hijo Jesucristo por ti y por mí: «Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osará morir por el bueno. Más Dios muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Romanos 5:6,8).

El plan de Dios siempre fue perfecto y nosotros siempre estuvimos en ese glorioso plan. Dios no, nos pide nada, no, nos pone ninguna condición para alcanzarlo. El pagó por el pecado ha sido hecho, ahora somo libres de la condenación.

Dios nos amó tanto que entregó a su único hijo a la muerte en la cruz, para salvarnos del pecado. Cristo murió por nosotros y sólo a través de él encontramos salvación y vida eterna: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna» (Juan 3:16).

Es maravillosos saber que fuimos perdonados inmerecidamente y que nuestra relación con Dios que fue destruida por el pecado fue restaurada a través de Jesucristo. Por él fuimos justificados y tenemos paz para con Dios: «Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo» (Romanos 5:1).