«En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros: en que Dios ha enviado a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de él» (1 Juan 4:9)
La humanidad estaba ciega, caminando en pecado, alejada de Dios y condenada a la muerte.
El hombre cree tener una vida perfecta, en armonía, pero no hay nada más alejado de la verdad. Simplemente está engañado, está camino a la muerte. Pero el propósito de Dios era otro, él quería reconciliar a su creación con él mismo.
El hombre no merecía el perdón, su generosidad, no sólo no es merecida, sino que es contraria a los merecimientos; porque los que son objeto del amor de Dios son seres consientes que han quebrantado la Ley de Dios.
El misterioso amor de Dios no hay hombre que lo entienda. Nuestro conocimiento es limitado y no podemos entender los propósitos de Dios. La Biblia dice que no hay ningún hombre que pueda entender: «Jehová miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres, para ver si había algún entendido, que buscara a Dios» (Salmos 14:2)
A pesar de que nosotros no merecíamos el perdón, su amor y misericordia fue mayor. Él decidió rescatarnos. Su amor por nosotros fue tal, que no vio en nosotros mancha, sino sólo a su hijo Jesús. Dios se compadeció tanto del ser humano que envió a su hijo al mundo, para que seamos salvados por él y vivamos también por él: «En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros: en que Dios ha enviado a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de él» (1 Juan 4:9)
«Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos» (Juan 15:13)