«…Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén» (Mateo 28:20)
Después de la resurrección de Jesús, él y sus discípulos se encontraron en el monte en Galilea, como él lo había ordenado, y Jesús se acercó a ellos y les dijo: «…Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.» (Mateo 28:18-20)
Estas palabras de la gran comisión contienen una promesa muy importante que Jesús les ofreció a sus discípulos, él les dice que estaría con ellos todos los días, hasta el fin del mundo: «Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén» (Mateo 28:20).
Jesús les dijo, no los dejaré solos, estaré con ustedes. Esta promesa no sólo es para los discípulos, también es para nosotros, para los que somos hijos de Dios. A pesar de que no lo vemos, Él está con nosotros, ahora. Nuca nos abandonará: «Porque Jehová ama la rectitud, y no abandonará a sus santos. Para siempre serán guardados; más la descendencia de los impíos será destruida» (Salmos 37:28)
Dios te eligió a ti, él te cuidará, andará junto a ti y nunca te desamparará. Que mejor, que el salmo 23 para de describir lo que Dios es para nosotros: «Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días» (Salmos 23).