Introducción
El evangelista Lucas, en Lucas 11 del 33 al 36, nos dice que somos la luz del mundo y como tal estamos llamados a alumbrar, así que no podemos esconder esa luz, ni ponerla debajo de la mesa, sino encima del candelero. Somos como una casa encima de una montaña que no pasa desapercibida.
Debemos de cuidar esa luz, debemos de cuidar nuestro cuerpo, Jesús no dice que “La lampara del cuerpo es el ojo”, él también nos dice, que, si nuestro ojo es bueno, todo nuestro cuerpo está lleno de luz; pero cuando nuestro ojo es malo, también nuestro cuerpo está a oscuras.
Aspectos esenciales sobre la lampara del cuerpo Lucas 11:33-36
- La luz debe de ponerse en el lugar más visible. «Nadie esconde la luz que se enciende, ni la pone debajo de un cajón, sino en el candelero, para que los que entran vean la luz.» (Lucas 11:33).
- Debemos de cuidar lo que vemos con nuestros ojos, de ellos dependen si nuestro ser está en luz u oscuridad. «Cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es malo, también tu cuerpo estará a oscuras» (Lucas 11:34)
- Si tú eres luz, todo será luminoso, todo a tu alrededor será iluminado. «…será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor.» (Lucas 11:36).
Conclusión
La lampara del cuerpo son nuestros ojos, por eso debemos de tener cuidado, que es lo que entra a través de ellos. “Los ojos son la ventana del alma”. Este dicho muy popular y pertinente que describe perfectamente lo que Dios nos quiere decir.
Nuestro cuerpo es como una casa, donde las ventanas son nuestros ojos, si estás, están sucias, no podremos ver nada de lo que haya afuera y tampoco puede entrar el sol, estaremos en oscuridad, en tinieblas; pero si las mantenemos limpias, podremos ver claramente lo que está fuera de nosotros, y también podrá entrar la claridad y alumbrar nuestro hogar.