«El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él» (Juan 14:21).
Jesús, les dijo a sus discípulos que si lo aman deberán guardar sus mandamientos, para que él le pida a Dios que envié otro consolador, «el Espíritu de verdad», para que los acompañe para siempre, morando en su corazón, porque él tenía que dejarlos ya: «Si me amáis, guardad mis mandamientos y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre» (Juan 14:15-16).
En los siguientes versículos Jesús continúa reforzando el tema del amor y la relación con el conocimiento y obediencia de su palabra, él dice que no pueden amarlo, si no guardan su palabra: «El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él» (Juan 14:21).
Este versículo es muy interesante, en el, podemos notar una relación de causa-efecto. Jesús manifiesta que para “amarlo”, primero tenemos que conocer sus mandamientos y guardarlos, luego continúa diciendo que, “al que le ama”, “Dios lo amará” y por último “al que Dios ama”, Jesús también lo amará y se manifestará en él.
«El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió» (Juan 14:23).
Jesús nos dice que no sólo debemos conocer su palabra, sino también guardarla. Esta palabra “guardar” no sólo debería entenderse literalmente, sino también como: “apropiarnos” o “al que hace suyo”. No basta con conocer su palabra, sino es necesario “apropiamos de ella” o “hacerla nuestra”.
Cuando a la palabra de Dios, la hacemos nuestra, está se vuelva parte de nuestras vidas, se convierte en directrices de cómo debemos vivir nuestra vida. Nos ayuda a evitar el pecado y vivir sólo en la gracias: «En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti» (Salmo 119-11). Comenzamos a amarla y a meditar en ella: «!Oh, cuánto amo yo tu ley!, Todo el día es ella mi meditación» (Salmo 119:97).