Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios (Romanos 8:17) – Sermón Bíblico

«Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional» (Romanos 12: 1). 

El apóstol Pablo nos dice que no basta con haber entregado nuestras vidas a Dios, hay mucho más, ese no es el fin, nuestra carrera continua, nuestra vida en cristo debe ser completa y llena, debemos seguir luchando hasta que nos llegue el supremo llamamiento de Dios: «Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.» (Filipenses 3:14), tenemos que seguir creciendo en la fe, en agradecimiento a Dios y en comunión con todos nuestros hermanos en Cristo.

Somos nuevas criaturas, hemos dejado nuestra vida pasada y hemos nacido a una nueva vida: «De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas» (2 Corintios 5:17).

Esta frase «las cosas viejas pasaron», se podría traducir como, (costumbres, prejuicios, acciones y comportamientos), quedaron en el olvido, lejos de nosotros. La misericordia de Dios a través del sacrificio de su hijo, no hizo nuevas criaturas «he aquí todas son hechas nuevas», nuestra nueva vida, trae como consecuencia nuevos comportamientos y nuevas formas de pensar que se debe reflejar en nuestra nueva comunión con Dios y con los hombres.

Pablo nos dice que, no, nos conformemos a este siglo, ni a sus costumbres, más por el contrario debemos buscar la voluntad de Dios, que es agradable y perfecta, a través de la renovación de nuestra forma de pensar y ver las cosas.

Desde que aceptamos a Cristo, cambiamos nuestro entendimiento de la vida, ahora vivimos de acuerdo a Dios y su palabra. Eso quiere decir que estamos llamados a vivir en armonía, soportándonos los unos a los otros y no sintiéndonos más que los demás, sino conforme a la medida de fe que Dios nos dio.

Nuestro amor debe ser sin fingimiento, aborreciendo lo malo y persiguiendo lo bueno, amándonos con amor fraternal unos a otros: «Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros» (Romanos 8:10).

Debemos tener empatía, hacia las demás personas, sobre todo con nuestros hermanos en Cristo. «Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión» (Romanos 8:15-16).

Estamos llamados a ser cristianos maduros en la fe, alabando en todo momento a Dios y glorificando a su hijo Jesús, como también viviendo en armonía y comportarnos en el amor de Dios con todos nuestros hermanos y sólo así y de esa forma podremos presentar nuestros cuerpos en sacrificios aceptables a Dios: «Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional» (Rom. 12: 1).