Introducción
En algunos versículos anteriores, específicamente en los versículos 7 al 25 del capítulo 7 de Romanos, podemos ver, una aparente complicidad entre la ley y el pecado.
Pablo hace énfasis en el hecho de que se cree que desde que se dio a conocer la ley, apareció el pecado y que la ley es mala porque promueve el pecado, pero él dice que no hay nada más equivocado que pensar así.
Si bien es cierto que uno conoce el pecado, porque la ley lo dio a conocer, porque sin la ley, no se conocería el pecado, pero si la ley dio a conocer el pecado y este se volvió más atractivo, por la prohibición de la misma, lo que te empuja a pecar no es la ley, sino la codicia de tu corazón sobre lo que esta prohibido.
Es producto de tu deseo codicioso, que utiliza la ley para justificar el haber pecado. «¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, más con la carne a la ley del pecado.» (Romanos 7:24-25).
«Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.» (Romanos 8:1).
Aspectos esenciales sobre viviendo en el Espíritu de Dios Romanos 8:1
- En este momento, desde hoy. «Ahora…» (Romanos 8:1).
- Somo libres del pecado de la muerte, no tenemos ninguna condenación. «…ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús…» (Romanos 8:1).
- Somos nuevas criaturas del espíritu, muertos a la carne «…los que no andan conforme a la carne…» (Romanos 8:1).
- Viviendo en el Espíritu y conforme a él. «…sino conforme al Espíritu.» (Romanos 8:1).
Conclusión
Fuimos liberados del pecado y de la muerte, por el Espíritu de Dios, ya no vivimos más en la carne, sino en el espíritu. Ahora vivimos conforme al Espíritu, porque somos del Espíritu, el pecado quedó atrás, junto con las cosas de la carne.
Y somos libres solamente por la gracia de Dios. Somos guiados por el Espíritu de Dios, somo hijos de Dios.