Esta es una de esas historias bíblicas en las que generalmente nos enfocamos en un personaje e ignoramos a los demás. En esta historia del embaucador, prestamos nuestra atención a Jacob y quizás a su madre, Rebeca, que tramó con él. A veces pensamos en Esaú, cuyas lágrimas e ira son tan comprensibles. Rara vez miramos a Isaac.
Sin embargo, sospecho que Isaac es el que más aprendió del incidente y es el único que actuó con fe y nobleza.
Verás, Isaac siempre había favorecido a su hijo Esaú. Esaú era el amante de la naturaleza, el atleta. Él era, por así decirlo, el «deportista»; el tipo atlético viril que su padre siempre había querido, y tal vez siempre había querido ser. ¡Jacob, un niño de mamá, no era el tipo de hijo con el que soñaba un papá! Jacob era de los que prefiere tocar el piano que el béisbol; que preferiría ir a algún museo que cazar o pescar. Y así, debido a que Isaac se sentía tan atraído por su hijo mayor, estaba ciego a las debilidades de Esaú e incapaz de ver las fortalezas de Jacob.
De hecho, durante unos 40 años Isaac había estado ciego al hecho de que a Esaú no le importaba Dios, y que Jacob al menos valoraba la bendición de Dios.
Isaac persistió hasta el final en su opinión. Hasta el final, Isaac tenía la intención de que Esaú heredara la promesa divina. ¡Y luego Isaac fue engañado para que pronunciara su bendición sobre Jacob!
Cuando se enteró de que lo habían engañado, Isaac podría haberse enojado. ¡Podría haber retirado la bendición y reemplazarla con una maldición! ¡En cambio, Isaac finalmente se dio cuenta de que durante todos esos años se había equivocado! Se dio cuenta de que Dios tenía la intención de que Jacob tuviera la bendición y que al menos a Jacob le importaba la relación del pacto con el Dios de Isaac. Al darse cuenta de todo esto, Isaac actuó con fe y nobleza. Él confirmó la bendición que acababa de pronunciar, diciéndole a Esaú, «y ciertamente será bendecido».
Tú y yo debemos ser tan abiertos y nobles como Isaac demostró ser. Cuán dispuestos debemos estar, especialmente en nuestras propias familias, para examinar nuestras actitudes hacia nuestros cónyuges, nuestros padres, nuestros hijos, nuestros hermanos y hermanas. Si hemos juzgado a otros con criterios superficiales, debemos estar preparados con Isaac para reconocer nuestro error.
Como nos muestra Isaac, nunca es demasiado tarde para cambiar.
Aplicación personal
Es especialmente importante ser realistas con nuestros hijos y valorar a cada uno por sus cualidades especiales. Señor, ayúdanos a ser tan abiertos y nobles como Isaac demostró ser.
Cita
Caminé una milla con Placer
Ella charló todo el camino
Pero no me dejaste más sabio
Por todo lo que tenías que decir.
Caminé una milla con dolor
Y ni una palabra dijo ella;
Pero, oh, las cosas que aprendí de ella
¡Cuando el dolor camina conmigo!
-Robert Browning