Zinzendorf: Sentar las bases para las misiones – Historia del Cristianismo y de la Iglesia

Zinzendorf no tenía idea de que en cinco años, otro día de agosto, él y la comunidad de Herrnhut enviarían a los dos primeros misioneros de la nueva etapa. Los misioneros individuales habían ido a sus puestos, representando a una sociedad o en conexión con los intereses coloniales; las órdenes católicas habían enviado misioneros durante siglos. Pero no hasta que los moravos hicieron que una iglesia en su conjunto, laicos y clérigos, consideraran la tarea misionera como un deber de toda la iglesia.

Guiado por una mano invisible, Zinzendorf se puso a trabajar para resolver las diferencias que aún amenazaban a Herrnhut. Se decidió que la iglesia Berthelsdorf continuaría como una parroquia luterana, pero Herrnhut sería una congregación de la Unidad de los Hermanos; más tarde se conocería como la Iglesia Morava. Durante 1727–29 el conde negoció incansablemente y con sabiduría los documentos legales necesarios para asegurar la continuación de la antigua iglesia en suelo sajón. Para compensar las críticas que se acumulaban contra él por ir más allá de la norma aceptable de crear células pietistas dentro de las iglesias establecidas, escribió cartas y viajó a los centros de influencia en Sajonia para explicar sus acciones.

Al mismo tiempo, en Herrnhut se sistematizó el genio del pietismo para crear pequeños grupos dentro de las iglesias establecidas. Para fortalecer la vida espiritual de la gente, se formaron “coros”, primero entre los hermanos solteros, luego las hermanas solteras, los matrimonios y los viudos. Estos hombres y mujeres laicos viajaron a otras partes de Sajonia y más allá, animando a las células de creyentes en el estudio personal de la Biblia y en una vida piadosa. “De ahí surgió una red de sociedades dentro de las iglesias a las que finalmente se aplicó el término ‘Diáspora’”, dice Weinlick. Herrnhuters viajó de un lado a otro por el continente, a Moravia, los Estados bálticos, Holanda, Dinamarca e incluso a Gran Bretaña.

Weinlick agrega que «los contactos personales fueron seguidos con un vigoroso programa de correspondencia … el diario de Herrnhut de febrero de 1728 revela que en ocasiones había un centenar o más de cartas a la mano». El contenido de estos se compartió en días de oración mensuales o en reuniones congregacionales diarias. A través de las visitas, los futuros líderes de la Hermandad se sintieron atraídos por Herrnhut, como el brillante y afectuoso instructor de Jena, August Gottlieb Spangenberg. Pasaría a convertirse en uno de los obispos más importantes de la iglesia y en el sucesor de Zinzendorf, excepto que ningún hombre podría ocupar el lugar del conde por completo.

De este ministerio a la Diáspora, fue sólo un paso hacia otro tipo de itinerario: ir como predicadores del evangelio a los pueblos olvidados. Tres factores, al menos, hicieron que la acción misionera de Herrnut fuera casi inevitable:

• El asentamiento tenía una marca contagiosa de cristianismo.
• Su líder “era un conde con entrada en los círculos gobernantes de muchas tierras y cuya inquietud lo movió a aprovechar esta ventaja”, dice Weinlick.
• Además, “los exiliados moravos eran peregrinos desarraigados que se apresuraron a adoptar una vocación de evangelismo itinerante”.